domingo, 17 de junio de 2012

ARTICULISTA INVITADO


ARTICULISTA INVITADO

Héctor Yunes Landa

La Democracia se sustenta en el respeto y la tolerancia al adversario.

 En días recientes asistí a “La Neta Fest”, un festival organizado por un grupo de entusiastas jóvenes que decidieron reunir expresiones diversas del arte urbano y la cultura contemporánea. Fue muy grato haber podido contribuir a la realización de este evento y constatar la participación altruista de diversas instituciones públicas y privadas, pero sobre todo, la nutrida participación de miles de jóvenes de diversas características y estratos sociales, unidos mediante un taller, una conferencia, un concurso o una actividad lúdica.
En verdad daba gusto ver el Museo de Ciencia (MIX) convertido en un lugar recreativo, donde decenas de jóvenes se deslizaban en patinetas, realizaban grafitis, escalaban una pared de rapel, escuchaban alguna conferencia o tomaban algún curso. Fue una auténtica alegoría de energía y talento juveniles.
A la hora del concierto con el que cerró el festival, a petición de los organizadores subí al estrado para agradecer a los asistentes y anunciar la intención de repetir la experiencia el próximo año. Pude constatar la diversidad y pluralidad de los asistentes, fiel reflejo de lo que ocurre en nuestro México de hoy. Esta analogía me hizo reflexionar sobre la diversidad política que hoy se expresa en nuestro país, la cual constituye una real fortaleza si sabemos encausarla y hacerla coexistir con respeto y tolerancia al otro, al adversario.
Los jóvenes que han dado origen al movimiento juvenil originado hace un mes tienen todo el derecho a expresar sus opiniones y preferencias políticas, eso le ha dado una gran vitalidad y relanzamiento al proceso electoral en marcha. A lo que no tienen derecho, porque además se contradicen, es a caer exactamente en lo que critican y plantean como temor: la cerrazón, la autocracia, el despotismo y, sobre todo, la intolerancia. Porque el intento de suprimir al otro implica la supresión de las libertades y, por ende, del fundamento de la Democracia.
México ha cambiado sustantiva y aceleradamente en los últimos años, y estoy seguro que es casi imposible que experimente una regresión a la transición que hemos vivido. Pensar que el triunfo del PRI nos haría retornar a esquemas políticos ya superados es tan cierto y tan válido como suponer que el triunfo de la izquierda nos retornaría al socialismo real vivido en el siglo pasado o que el triunfo de la derecha nos regresaría al Estado confesional al que Juárez puso fin. Es natural que en todos los partidos haya gente que sí tenga ideas o atavismos de ese tipo, pero también es cierto que en todos los partidos hay gente que desea que se consolide la transición que aún está inacabada en México.
Eso es precisamente lo que nutre y da valor a la Democracia: la diversidad y pluralidad de opciones y, especialmente, una Democracia es más avanzada, más desarrollada, cuando estas opciones tienen la capacidad de coexistir con respeto y tolerancia, sin pretender anularse, porque están conscientes de que en el espectro político-ideológico, todas las opciones son necesarias porque forman parte del juego democrático; insisto: si no es así, si alguna pretende anular a otra, la Democracia pierde su razón de ser.
Por ello, durante la clausura del festival aludido, fue muy interesante ver que algunos jóvenes expresaban su preferencia por un partido distinto al que represento, pero había otros que expresaban simpatías por mi partido, pero en ningún momento lo hicieron con excesos ni agresiones. Finalmente, hubo un grito de alegría general cuando anunciamos “La Neta Fest” 2013.
Al observar las injurias y la intolerancia de algunos jóvenes y no tan jóvenes en algunas ciudades en contra de Enrique Peña Nieto, no puedo menos que lamentarlo y dolerme de este tipo de expresiones. No solo porque muestran justamente lo que condenan, cerrazón, intolerancia, despotismo, sino porque denotan un desconocimiento elemental de lo que implica una verdadera transición a la Democracia. Dicen los teóricos que precisamente una transición deja de ser política y se torna democrática cuando se cierra el ciclo de la alternancia, es decir cuando un partido distinto al que fue la primera alternativa llega al poder; y esto implica por supuesto, la posibilidad del eventual retorno del partido que dejó el poder al iniciar la transición.
Nadie, ningún partido ni persona son completamente buenos o malos; tampoco es posible llevar a cabo la enorme y delicada tarea de sacar a México de sus problemas con la participación de uno solo de los partidos. Si podemos entender esto, los partidos y los ciudadanos, sabremos que solo mediante la Unidad, el consenso y el acuerdo, será posible ganar todas las batallas que tenemos por delante: la Seguridad, la Pobreza, el Empleo, la Salud, la Educación, etc.
“La Neta Fest”, un evento organizado no por priistas, sino por jóvenes de distintas ideologías y simpatías políticas, ha sido un buen ejemplo de cómo podemos unirnos para convivir y expresarnos con energía, con vitalidad y hasta con rebeldía, pero teniendo muy claro el respeto a la “Otredad” y su derecho a existir. Si la mayoría de los ciudadanos decide respaldar a una u otra opción política, debemos acatar con esa serenidad tan mentada el veredicto de la mayoría. No es posible suponer que la voluntad mayoritaria sea de gente incapaz de pensar y decidir; más bien debemos suponer que siempre existe un alto nivel de sabiduría en la voluntad popular.
Ojalá que los jóvenes que hoy se expresan en la capital del país y en otras ciudades tengan claro que México ya cambió y que el PRI ha sido parte importante en ese cambio, que aceptó la alternancia y se ha comportado como oposición responsable y cabal, pero sobre todo, que en el proceso electoral actual ha tenido un comportamiento ejemplar, civilizado, tolerante,  prudente y constructivo; y todo parece indicar que quienes quieren retornar a esquemas políticos pre modernos son los líderes y militantes de otras fuerzas políticas, aquellos que no aceptan la posibilidad de triunfo del adversario y, al parecer, ni siquiera su existencia.

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