Alfil
Un árbitro descuidado
Por Roberto Piñón
Olivas
Desafortunado el
Instituto Federal Electoral en la organización del primer debate presidencial.
No solo fue la presencia de la playmate mexicana, sino una organización previa,
durante y posterior, lamentable.
Fue escasa la
difusión de los canales por los cuales se difundiría el debate. La atención del
IFE y de la clase política se dio en torno a la decisión legal de Televisión
Azteca de negarse a difundir por sus canales estelares, en lugar de realizar una
profusa campaña para ubicar el horario y los canales de televisión y estaciones
de radio.
Esta ausencia de
comunicación provocó, sin duda, una baja en la audiencia de la discusión
política de los candidatos a la presidencia de la república, inexplicable si se
toma en cuenta que el IFE dispone de una cantidad importante de espacio para
posicionar el debate: esto es, por un lado se acusó a Televisión Azteca de
asumir una posición contraria a la democracia, mientras desde el órgano
electoral la difusión prevía fue escasa, sino nula. El IFE se limitó a señalar
que las estaciones y canales de radio y televisión serían dados a conocer a
través de la página web.
Durante el
debate, los canales de televisión tuvieron la posibilidad de interpretar en el
momento las participaciones de los candidatos. Este hecho, sin duda, merece un
estudio aparte, porque al colocarse cintillas anotando –desde una visión
periodística respetable sin duda- se orienta al televidente en la
interpretación de los contenidos. Lo ideal es que la señal hubiese sido
respetada íntegramente, sin ningún tipo de producción desde las casas
televisoras, con excepción de un logotipo discreto que identificara al canal.
Adicionalmente,
durante el debate hay varios detalles: una conductora que hace las veces de
moderadora y que apuradamente tiene que tomar las preguntas, depositadas en
papelitos, significa un riesgo innecesario, en donde una distracción pudo haber
provocado error, con las consecuencias irreparables que eso significa, como
ocurrió con Andrés Manuel cuando coloca de cabeza una foto; por cierto, una
moderadora que se limitó a leer las preguntas y dar el orden de participación,
sin reordenar el debate de quienes olímpicamente ignoraron los
cuestionamientos, como ocurrió con el Peje: otro, la edecán, ex portada de
Playboy, deja manifiesta la poca seriedad en la producción del debate de parte
del mismo Instituto Federal Electoral, en una visión sexista, denigrante, pero
atractiva al respetable, un destello para prender la polémica en las redes y una
provocación para Quadri, al final una disculpa tímida: una más, las salas
adyacentes con invitados, sin antes cuidar el aislamiento de la sala del
debate, la cual fue bombardeada de susurros insistentes, risas, aplausos y
otras manifestaciones, distracciones adicionales, innecesarias.
Al terminar el
debate, la ausencia de precaución para la salida de candidatos, en escalinatas
repletas por el equipo panista, que provocó con insultos al candidato Enrique
Peña Nieto, pudo haber derivado en una confrontación, también situación
innecesaria.
Queda de
manifiesto que la comisión responsable de organizar el debate se limitó a
conformar el acuerdo marco con los representantes de candidatos y contratar una
empresa para la producción, sin cuidar el detalle fino que genera éxito en este
tipo de ejercicios democráticos.
Como se observa,
no se cuestiona el formato, que aún con la rigidez estructural, permite la
discusión y el contraste, así como la presentación de propuestas, pero sí se
cuestiona el abandono en la organización: por lo demás, Quadri-ciudadano
ausente e ignorado, Andrés Manuel y Josefina dedicados a golpear al puntero, y
Enrique Peña Nieto, sacudiéndose los señalamientos, cuestionando a sus
adversarios y proponiendo.
Los números en
las encuestas no se mueven significativamente. Esta es la forma, el fondo, ese
es otro análisis en relación con este debate. Lo lamentable es que asistimos a
un juego con un árbitro, el IFE, sumamente descuidado.
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