lunes, 13 de febrero de 2012

EDITORIAL, ¿AHORA QUE SIGUE?

Editorial

¿AHORA, QUÉ SIGUE?

Editorial del equipo de Luces del Siglo, como respuesta a la falsificación con una revista apócrifa de su ediciín No. 438.

Luces del Siglo (*)
Se autoriza reproducción con crédito a la revista y la autora

México, D. F., a 13 de febrero de 2012

Quienes conspiraron desde la oscuridad en contra de Luces del Siglo ya pueden estar satisfechos, pasarán a la historia como sicarios de la libertad de expresión. Expertos en la amenaza solapada y hábiles en la intimidación, los autores del libelo que incurrieron en la edición de una revista apócrifa, no sólo actuaron con la vileza que caracteriza a los mercenarios, es seguro que quienes consintieron y solaparon esta canallada los alcance algún hedor. A los que conformamos Luces del Siglo no nos llega el olor de la calumnia o su hermana menor, la difamación de las lenguas envenenadas.

La agresión y la difamación son síntomas patológicos de las mentalidades fascistas. A ellos les recordamos que la libertad de expresión no sólo es un derecho humano básico, constitucional, sino que les reiteramos que la esencia de todas las libertades es la libertad de expresión.

La libertad de expresión es un derecho fundamental, inherente y necesario a la naturaleza humana, es un catalizador de voluntades y un mecanismo represor de violencia física. Los medios, por lo tanto, son un puente entre gobernantes y gobernados, y se convierten en el soporte para el engrandecimiento y fortalecimiento de la democracia, y conscientes estamos de que es un recurso invaluable para promover la paz a través de la comunicación fundada, responsable, respetuosa, justa y tolerante. A esos principios éticos responde la política editorial de Luces del Siglo, lo cual no significa que claudicará en su visión crítica.

La libertad de expresión es uno de los bienes más preciados de la humanidad. La Constitución francesa de 1791 fue la primera en incorporar este derecho (Artículo 11): “La libre comunicación de pensamientos y de opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre; en consecuencia, todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, a trueque de responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley”.

Estos principios fueron asumidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), que es un documento declarativo adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 217 A (III), el 10 de diciembre de 1948 en París, que recoge en sus 30 artículos los derechos humanos considerados básicos, así refiere en los artículos 18 y 19 que: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

La Constitución mexicana ratifica estos principios y compromisos en el artículo 6o. que contiene la libertad fundamental de expresión de las ideas en los siguientes términos:

“La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho a la información será garantizado por el Estado”.

Una regulación muy diferente se encuentra, por ejemplo, en la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que establece que: “El Congreso no hará ley alguna... que coarte la libertad de palabra o de imprenta...”.

En virtud de que la libertad de expresión está incorporada en varios tratados internacionales de derechos humanos que son derecho vigente en México, la obligación de respetarla debe entenderse que se extiende a los poderes del Estado.

La libertad de expresión es lo que permite la creación de la opinión pública, esencial para darle contenido a varios principios del Estado constitucional, como lo son algunos derechos fundamentales (por ejemplo el derecho a la información, el derecho de petición o los derechos en materia de participación política); la existencia de una opinión pública libre y robusta también es una condición para el funcionamiento de la democracia representativa.

Los autores intelectuales y los autores materiales, quienes incurrieron en el atentado a Luces del Siglo, pasaron por alto estos principios que son sancionados por las leyes. La impunidad y la omisión, por lo tanto, hacen cómplices a quienes tienen la responsabilidad de acatar estas disposiciones.

Ya es tiempo de que abiertamente se diga que la sociedad no tiene por qué apoyar a periodistas que han desertado de sus deberes esenciales y de sus compromisos frente a la misma sociedad, cuya inteligencia ofenden con un producto generalmente de baja calidad ética, y cuyo sentido de justicia violentan con la calumnia, la injuria, la extorsión y la grosera alabanza bajo estipendio.

En los medios de comunicación es donde verdaderamente se protege o se acrecienta la libertad de prensa o donde se le falsifica, se le disminuye o se le niega. Nuestra única justificación está en participar, con aptitud y entrega, en la tarea de construir la nueva sociedad civil a la que debemos encaminarnos todos, so pena de producir, a plazo dramáticamente cercano, una crisis nacional, con dimensiones de catástrofe histórica.

La historia no nos dejará mentir, hay casos emblemáticos que han sacudido al país cuando la libertad de expresión se pone en riesgo. Primero se mutilan las palabras, después se mutilan las personas. Aquí ahora, recordamos y rendimos homenaje a uno de los próceres de la libertad de expresión, Don Belisario Domínguez y su magnífico discurso del 17 de septiembre de 1913, que le costó la vida, y a quien el usurpador Victoriano Huerta ordenó a sus esbirros cortar la lengua al cadáver para guardarlo como un “trofeo”.

Estas prácticas abominables son manejadas por grupos fascistas en los peores Estados autoritarios, en las dictaduras. Desde aquí alertamos a la opinión pública para que no permita que los ataques a los medios de comunicación se conviertan en un problema de salud pública, en una segunda naturaleza.

Por todo lo anterior, desde estas páginas nos dirigimos a nuestros lectores y apelamos a la solidaridad de los medios. Hemos sido víctimas del asedio y de una campaña recurrente de denostaciones, han atacado nuestro sitio en internet y lo insólito: falsificar nuestra publicación suplantando la identidad de nuestros colaboradores y editores.

Esta bajeza no debe quedar impune. Hoy somos las víctimas de estos abusos inauditos y criminales, como ha ocurrido con otros medios de Quintana Roo, por eso recordamos las palabras del poeta y pastor protestante encarcelado en la época nazi Martin Niemöller (achacadas erróneamente a Bertolt Brecht):

“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”.

Por fortuna los periodistas tenemos el azar de nuestro lado: tarde o temprano todo se sabe. En Luces del Siglo sólo nos resta preguntar: ¿Ahora, qué sigue?


ATENTADO A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Por Norma Madero /
Presidenta de Luces del Siglo

La tarde del domingo 5 de febrero, día de la Constitución, justo cuando la noche caía sobre Quintana Roo, se daba la voz de alerta: Luces del Siglo era suplantada por una revista apócrifa.
Se gestaba así uno de los peores atentados a la libertad de expresión.

Desde las penumbras de los poderes fácticos partió la orden. Los sicarios la acataron y entraron en acción. El plan seguramente les llevó tiempo: ¿meses, semanas, días? Un hecho insólito estaba por consumarse.

Para llevar a cabo el libelo se contó con recursos económicos y una importante infraestructura de equipo y personal. Todo con un propósito: dañar la reputación de un medio de comunicación que se ha ganado a pulso el mayor patrimonio al que puede aspirar un editor y un periodista: credibilidad. Algo que no se puede destruir ni con todo el poder político y ni con todo el dinero.

En medio de la perversidad dejaron huellas y alguna que otra obviedad. Así ocurre con los criminales cuando cometen un delito. No hay crimen perfecto. Tenemos indicios, pero apelamos a la ley y al Estado de Derecho. Confiamos en la justicia.

A lo largo y ancho del estado, los mercenarios actuaron con cinismo. Usurparon una falsa identidad. Se uniformaron con camisetas para ostentarse como personal de la revista. Nada más falso. Así suelen hacerlo los sicarios cuando suplantan a los policías y militares que en aras de combatir el crimen, ofrendan su vida. Estamos hablando de verdaderos criminales. ¿Quiénes si no fueron unos cobardes criminales los que cometieron el ataque burdo y ruin contra una publicación que cada día gana lectores por la calidad de su información?

Decir la verdad cuesta

El móvil es más que evidente. Muchas son las preguntas en torno a esta acción criminal, hasta ahora no hay respuestas. Lo cierto es que del mismo modo como se dice que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, podría extenderse el argumento hasta probar que las sociedades labran para sí mismas su propia clase de profesiones, oficios y prácticas que más influyen en el desarrollo de la propia sociedad. Y son pocas las actividades más determinantes en este aspecto que el periodismo.

Estamos conscientes del papel que nos corresponde, y hoy somos víctimas de un caso paradigmático para la libertad de expresión en México. No es una falsa pretensión, es un hecho irrefutable y sin precedentes: la revista Luces del Siglo sufrió un atentado inusitado al suplantarse su edición 438, correspondiente del 5 al 11 de febrero, es decir, se recurrió a un nuevo método de represión, editar una revista apócrifa, lo que representa una modalidad todavía más sutil de atacar la libertad de expresión: suplantar publicaciones.

Cuál es la razón que subyace detrás de todo esto, lo desconocemos. Lo que sí es cierto es que se trató de un acto planeado y orquestado desde las penumbras.

Qué motivó este hecho, cuáles fueron sus causas, es lo que nos preguntamos y por eso decidimos denunciar estos hechos ante las instancias correspondientes.

Del mismo modo que exigimos a las autoridades del estado de Quintana Roo, y a las del gobierno federal les exhortamos, a realizar una investigación exhaustiva para castigar a los culpables. Un acto de tal gravedad no puede ni debe quedar impune. Exigimos castigo a los culpables.

El atentado a la revista Luces del Siglo no sólo violentó nuestros derechos humanos, la edición apócrifa incurre en la violación flagrante de la Ley de Imprenta, los derechos de autor, la usurpación de los bienes materiales, los derechos de propiedad industrial, la suplantación de identidad, entre otros delitos sancionados por las leyes mexicanas, pero sobre todo, es un acto criminal, que insistimos, no debe quedar impune, a sabiendas de que se corre el riesgo de incurrir en la omisión y la complicidad.

Esta nueva modalidad de atacar a la libertad de expresión en nuestro país merece nuestra condena; hoy somos nosotros, mañana puede ser cualquier medio la víctima de esta nueva modalidad de represión y censura.

Para llevar a cabo un acto de esta naturaleza criminal se necesitó contar con toda una estructura organizacional.

Es así que los perpetradores de este burdo y criminal atentado dispusieron de un contingente inusitado de “repartidores” en una maniobra que requirió de una planeación y recursos ilícitos sospechosos, pues la distribución de la revista abarcó todo el estado de Quintana Roo.

Estos hechos no tienen precedente, por lo que desde estas páginas nos dirigimos una vez más a nuestros lectores y la opinión pública para que no caigan en un engaño, al mismo tiempo que rechazamos categóricamente la información difundida en las páginas apócrifas que agravian a nuestros reporteros y colaboradores al suplantarse la identidad, al atribuirles la autoría de información falsa y ajena a la verdad.

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