lunes, 25 de mayo de 2009

ZONA DE TOLERANCIA

Por Rodrigo Vidal

“Soy puro mexicano, nacido en este pueblo, en esta hermosa tierra, que es mi linda nación…” y al ritmo de ¡Viva México¡ el mapa del genoma mexicano hizo acto de presencia en días pasados, y nos reveló que somos una mezcla de 35 grupos étnicos, distintos a los de Europa, Asia y África. Tan mexicanos como el chile ¡sí ‘iñor!.

Según el Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen), los seres humanos compartimos el 99 por ciento de la información genética, y del 1 por ciento restante, el 65 por ciento del componente genético de los mexicanos es único, y le denominaron “amerindio”.

Es decir, no somos europeos (y eso lo tenía muy claro desde hace muchos años), ni asiáticos, ni africanos. Por si a más de alguno le quedaba duda. En resumen podríamos considerar que somos producto de un mestizaje único que nos hace ¿diferentes? al resto del mundo.

Pero desde que se anunció el mapa del genoma humano de los mexicanos (y que es el primero en realizarse en el mundo a nivel país, es decir, no hay mapas de genoma de los alemanes, ni de los franceses, ni de los japoneses, sino mapas del genoma europeo, asiático y africano), surgieron puntos de vista sobre los usos y aplicaciones que tendrá esta información.

En principio, el Inmegen lo consideró herramienta importante para la aplicación médica en México, pues con esto será posible aplicar tratamientos “individuales, predictivos y preventivos”, con “medicamentos elaborados de manera especial, y no por los importados, que fueron fabricados para atender los genomas de otros pueblos”, según dijo Gerardo Jiménez-Sánchez, director general del Inmegen.

Pero esto llevará mucho tiempo para que tenga esta aplicación, como explicó David Romero Camarena, director del Centro de Ciencias Genómicas (CCG), de la UNAM. “Las aplicaciones en la medicina viven todavía en el futuro. La descripción de la anatomía del genoma mexicano es un primer paso, aún tiene que determinarse la correlación entre las variantes que se observan y la propensión a las enfermedades, particularmente las comunes”, dijo en una entrevista.

Entiendo, pues, que para tener un tratamiento personalizado y más preciso de las enfermedades “a la mexicana” pasará más tiempo del que mencionan, mientras, nos trataremos con los medicamentos que existen en el mercado y que fueron hechos para personas con genes distintos al de nosotros. Total, llevamos años así.

Lo curioso es que, mientras los resultados que aporte la información del mapa del genoma mexicano a la medicina serán a mediano plazo, algunas empresas ya comenzaron a ver signos de pesos (y dólares), a esta información. Incluyendo el mismo Inmegen (que a lo mejor quiera recuperar los 15 millones de pesos invertidos en la investigación)

Ahí está el caso de la empresa Nestlé, que junto con el Inmegen, desarrollará alimentos de “diseños específicos” (me da miedo pensar en los nuevos sabores mexicanos Gerber, o en el cereal de hojuelas de maíz pozolero), utilizando la información del mapa del genoma mexicano.

El Inmegen ya planeó con esto “hacer un clúster médico, generar patentes y productos, exportar tecnología, hacer alianzas estratégicas y ser la punta de lanza para llevar a México por los rumbos de la economía del conocimiento (sic)”, según la Unidad de Desarrollo de Negocios del Inmegen.

Y mientras este futuro nos alcanza, y algunos ya sienten más orgullo al estar seguros que son hijos del maíz y del nopal, y otros aseguran que el descubrimiento del genoma mexicano es sólo un discurso racista y de dominación; yo veo con espanto los anuncios televisivos donde promueven cremas que “aclaran” el color de piel, que de un tono moreno guadalupano “recuperarán” el color “original”, hasta tener el ario tipo Michael Jackson.

¿Entonces, cuál orgullo? Me pregunto aún.

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